La
necesidad y la desesperación por tener la primicia hace que uno no pueda medir
las consecuencias de los actos. Las noticias sobre secuestros deberían tener
como condición proteger a la víctima y a sus familiares. Hoy les presentamos
dos historias, dos familias que padecieron lo mismo: Tévez y Echarri.
“Las informaciones sobre
secuestros tienen validez ética en tanto sean útiles a las víctimas. Si el
propósito es hacer una información sensacional para promocionar o aumentar la circulación
en el medio, es probable que el secuestrado y los familiares lleven la peor
parte”. Las palabras de Darío Restrepo, director de Consultorio Ético de la
Fundación Gabriel García Márquez, se transforma en nuestro punto de partida.
Ante situaciones delicadas y
sensibles, el dilema ético es ¿informar para servir o aprovecharse de la
desgracia ajena? En esta oportunidad presentaremos la cubertura mediática del
secuestro del padre de Carlos Tévez, en concordancia con el secuestro del papá
de Pablo Echarri.
El 29 de julio de este año,
Segundo Tévez fue interceptado para robarle el auto en la autopista del Oeste,
en cercanías de la bajada de la calle Dolores Prats. Cuando los asaltante se
percataron de quien era, el auto de la víctima fue abandonado y continuaron su
recorrido en otro auto.
Luego de caso ocho horas de
cautiverio, se realizaron dos llamados a familiares para pedir un rescate
millonario. El pago se concretó en la avenida General Paz y San Martín pero el
padre del jugador de fútbol fue liberado en el límite de Capital y provincia.
Recorriendo un poco más en
el tiempo, en la madrugada del 24 de octubre de 2002, Antonio Echarri fue
secuestrado mientras atendia su puesto de diarios y revistas del barrio
Crucecita, Avellaneja. Los captores reclamaban un rescate de 100.000 dólares.
A sus 66 años, padecía
poblemas cardíacos y diabetes, por ello la preocupación de la familia, en
especial de su hijo Pablo, resonó en todos los medios. El 29 de octubre, el actor
pagó un rescate de 200.000 pesos y al día siguiente, dos grupos de la policía
bonaerense rescataron a Echarri de una casa en Burzaco.
En ambos casos se reconoce
que el secuestro extorsivo es la modalidad delictiva más compleja de cubrir
para el periodismo, sin embargo los protocolos no siempren se ajustan a las
situaciones reales.
En el caso Tévez, ocurrió
algo diferente. En plena tensión, la fiscalía se enteraba de las novedades a través
de los medios: videos que documentaban el inicio del acontecimiento, audios
sobre las negociaciones, etc.
“Hacer públicos los detalles
de un secuestro en progreso pone en riesgo la vida de la víctima y mostrar
materiales que no deberían conocer los imputados antes de estar sometidos a
proceso puede frustrar la pesquisa”, afirmó Federico Delgado, fiscal que llevó
adelante la investigación de la causa.
Esto nos remite a la imagen
del actor Pablo Echarri, a gritos en la puerta de su casa, rogando a los medios
masivos: “Por la vida de mi papá, es indispensable poner a este tema un manto
de silencio y piedad”.
Los medios televisivos
cubrieron minuto a minuto frente a la casa de Echarri. Incluso el periodista
Mauro Viale salió con supuestas primicias entregadas directamente por lossecuestradores. Uno de sus productores, Martín Murgía, habría entregado a los secuestrados el
teléfono del actor a cambio de información. Un mes después, fue detenido y
acusado de partícipe del secuestro.
A pesar de que Argentina no
cuente con un código de ética, la labor periodística debe comprender que muchas
veces no hay que descartar el protocolo para estar en bocas de todos.
Restrepo afirma que
cualquier información extraoficial puede poner en riesgo la vida de la persona
secuestrada, en especial cuando se habla de monto de dineros. Tampoco se debe
revelar datos sobre los movimientos de la familia ni cuestiones vinculadas a
las acciones policiales.
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