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lunes, 29 de septiembre de 2014

Secuestro y silencios: Dos casos que se unen a través del tiempo

La necesidad y la desesperación por tener la primicia hace que uno no pueda medir las consecuencias de los actos. Las noticias sobre secuestros deberían tener como condición proteger a la víctima y a sus familiares. Hoy les presentamos dos historias, dos familias que padecieron lo mismo: Tévez y Echarri.


“Las informaciones sobre secuestros tienen validez ética en tanto sean útiles a las víctimas. Si el propósito es hacer una información sensacional para promocionar o aumentar la circulación en el medio, es probable que el secuestrado y los familiares lleven la peor parte”. Las palabras de Darío Restrepo, director de Consultorio Ético de la Fundación Gabriel García Márquez, se transforma en nuestro punto de partida.

Ante situaciones delicadas y sensibles, el dilema ético es ¿informar para servir o aprovecharse de la desgracia ajena? En esta oportunidad presentaremos la cubertura mediática del secuestro del padre de Carlos Tévez, en concordancia con el secuestro del papá de Pablo Echarri.

El 29 de julio de este año, Segundo Tévez fue interceptado para robarle el auto en la autopista del Oeste, en cercanías de la bajada de la calle Dolores Prats. Cuando los asaltante se percataron de quien era, el auto de la víctima fue abandonado y continuaron su recorrido en otro auto.

Luego de caso ocho horas de cautiverio, se realizaron dos llamados a familiares para pedir un rescate millonario. El pago se concretó en la avenida General Paz y San Martín pero el padre del jugador de fútbol fue liberado en el límite de Capital y provincia.

Recorriendo un poco más en el tiempo, en la madrugada del 24 de octubre de 2002, Antonio Echarri fue secuestrado mientras atendia su puesto de diarios y revistas del barrio Crucecita, Avellaneja. Los captores reclamaban un rescate de 100.000 dólares.

A sus 66 años, padecía poblemas cardíacos y diabetes, por ello la preocupación de la familia, en especial de su hijo Pablo, resonó en todos los medios. El 29 de octubre, el actor pagó un rescate de 200.000 pesos y al día siguiente, dos grupos de la policía bonaerense rescataron a Echarri de una casa en Burzaco.

En ambos casos se reconoce que el secuestro extorsivo es la modalidad delictiva más compleja de cubrir para el periodismo, sin embargo los protocolos no siempren se ajustan a las situaciones reales.

En el caso Tévez, ocurrió algo diferente. En plena tensión, la fiscalía se enteraba de las novedades a través de los medios: videos que documentaban el inicio del acontecimiento, audios sobre las negociaciones, etc.

“Hacer públicos los detalles de un secuestro en progreso pone en riesgo la vida de la víctima y mostrar materiales que no deberían conocer los imputados antes de estar sometidos a proceso puede frustrar la pesquisa”, afirmó Federico Delgado, fiscal que llevó adelante la investigación de la causa.

Esto nos remite a la imagen del actor Pablo Echarri, a gritos en la puerta de su casa, rogando a los medios masivos: “Por la vida de mi papá, es indispensable poner a este tema un manto de silencio y piedad”.

Los medios televisivos cubrieron minuto a minuto frente a la casa de Echarri. Incluso el periodista Mauro Viale salió con supuestas primicias entregadas directamente por lossecuestradores. Uno de sus productores, Martín Murgía,  habría entregado a los secuestrados el teléfono del actor a cambio de información. Un mes después, fue detenido y acusado de partícipe del secuestro.

A pesar de que Argentina no cuente con un código de ética, la labor periodística debe comprender que muchas veces no hay que descartar el protocolo para estar en bocas de todos.

Restrepo afirma que cualquier información extraoficial puede poner en riesgo la vida de la persona secuestrada, en especial cuando se habla de monto de dineros. Tampoco se debe revelar datos sobre los movimientos de la familia ni cuestiones vinculadas a las acciones policiales.

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