Cayetano Santos Godino es el nombre a quien pocos han
prestado atención. Pero en los primeros años del siglo pasado fue apodado como “El
Petiso Orejudo” y se transformó en la leyenda del periodismo policial.
Hijo de Fiore Godinoy y Lucía Rufo, inmigrantse italianos, manifestó
su violencia desde niño. Incluso su padre pedía que la policía lo detuviera,
con tan solo 9 años.
Su primera escena fue cuando llevó a Miguel de Paoli, un
niño de 2 años, a un baldío donde comenzó a golpearlo en la cabeza con una
piedra. Para entonces él tenía 8 años. Lo mismo ocurrió con Roberto Carmelo
Russo, Ana Neri y Severino Gonzales; en todos estos casos alguien detuvo a El
Petiso.
En 1912 cometió su primer crimen. Asesinó a Arturo Laurora
(13), Reina Bonita Vainicoff (5) y Jesualdo Giordano (3). El primer niño fue
hallado muerto a golpes y estrangulado en una casa abandonada en enero. Dos meses
después, a Reina la prendieron fuego y fallece al poco tiempo por sus
quemaduras.
Pero no fue hasta su tercer asesinato que Cayetano terminó
en manos de la Justicia. Vecinos lo vieron caminando con el niño y su cadáver fue
encontrado en un baldío, estrangulado por un piolín y con un clavo en la cien.
A sus 15 años, El Petiso Orejudo confesó sus crímenes. Fue
internado en el Hospicio de las Mercedes, luego a la Penintenciaría Nacional y
finalmente fue trasladado en la Cárcel del Fin del Mundo, en Ushuaia.
En 1927 algunos sostenían que el origen de su crueldad fue
por el tamaño de sus orejas, por eso fue sometido a una cirugía para
reducirlos. En 1944 fallece por una úlcera; sin embargo, otros afirman que fue
castigado por asesinar a las mascotas de la prisión y habría muerto a causa de
la hemorragia producida por los golpes.
En el 2012, al cumplirse 100 años del niño asesino, Sol Amaya (periodista policial del diario La Nación) presentó un espacio multimedia
y se contactó con escritores, periodistas, criminólogos y especialistas para
que analizaran el marco criminal de El Petiso Orejudo.
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